VIGÉSIMO TERCER CUENTO. Llueve.

     Son artificiales serpientes eléctricas, blanquecinas y rojas. Y llueve.

     Ella nunca me creyó, pero siempre amé la lluvia, aunque no tanto como pude amarla a ella. Nunca pude amar a nadie como la amaba a ella. Era un mundo, fue ‘Mi Mundo’. Nunca hubo otro océano que el de sus ojos, otras cumbres que sus pechos ni otro valle que el que descendía de su monte de Venus, por donde discurría el río más dulce.

     Dejo de mirar a la calle, el interior es aún más oscuro. Creo ver la sombra de Peter Pan deambulando por la habitación. No.

     "Peter Pan no existe, tienes que madurar", me decía, con la irritación de quien, en el fondo, es igual que tú y te riñe por miedo a descubrir que te quiere por afinidad y no porque puede dominar sus sentimientos según le plazca. Pensé en responderle que en ‘El País de Nunca Jamás’ no hacía falta madurar, pero eso, ella ya lo sabía.

     La cama, deshecha, asilvestrada, como siempre. Todo se riega con una penumbra tuerta y húmeda. Todo es precioso. La belleza de la imperfección. Los moradores de seis patas merodean por su planeta, oscuro y lleno de polvo.

     Miro de nuevo a la calle para ver las banderas verdes ondear sus hojas al viento, las únicas banderas que como personas deberíamos aceptar. Abajo, el agua oscurece el asfalto de la misma manera en la que lo hace con el fondo de un pozo. Apoyado en el alféizar, lloro y empiezo a revolverme el pelo. No quiero volver la cabeza hacia adentro.

     No quiero volver la cabeza hacia dentro porque sé que habrá desaparecido el bello caos que reinaba. Sé que si vuelvo la cabeza, todo estará limpio, sé que entrará mucha luz, sé que se habla emblanquecido todo, cubierto de sol y limpieza. Joder, si miro, el único factor común será la cama deshecha. Pero sobre ella la encontraré de nuevo. La estaré viendo caótica en sí misma, desnuda, risueña, rompiendo la belleza para hacerse suprema sobre cualquier otro elemento, asesinándome con su recuerdo.

     "Je t'aime sur tout!", me gustaba gritarle en mitad del parque, a lo que ella respondía con una enorme sonrisa acompañada de un infantil bailoteo que dirigía el caer de las hojas rojas y amarillas.

     Me dejó, pero no se ha ido. Por eso mantengo mi vista fuera de la habitación, muy lejos, observando todo lo que se puede ver desde la ventana de mi ático, desde este ático de aquel París.

Cualquier día lluvioso de otoño en una ciudad cualquiera...

     Dos meses sin actualizar este rincón del espacio virtual que ocupo. Espero que si alguien sigue pasando por aquí, sepa perdonarme. No hay una explicación, simplemente falta de inspiración. Escribo cuando tengo que hacerlo, no cuando quiero.

     Espero que no se note mucho que este relato se me ha ocurrido al volver del cine, tras ver "Midnight in Paris", del maestro Woody. Os la recomiendo. Me ha parecido una auténtica obra maestra.

     Aprovechando la vuelta tras la época de sequía, he cambiado el formato a esto, creo que el nuevo le puede venir mejor.

     Un relato que he escrito, una película que he visto, una foto cualquiera que me ha gustado y, por último, una canción. Todo está relacionado aunque no lo parezca: París, pasado, amor, nostalgia, dolor... Todo se mezcla en el círculo de la inspiración, pues ella lo trae todo.


     Hoy no me quiero enrollar más en este apartado post-relato. Espero volver antes de que pasen otros dos meses.

Salud. Tomás.